Decía el director de cine, Frank Capra, que “creía que un drama era cuando llora el actor, pero la verdad es que lo es cuando llora el publico”. Y eso ha sucedido en la carrera de Jesús Quintero y en su despedida. Durante años fue capaz de que a través de la pantalla el público sintiera en primera persona, el llanto, la emoción, las risas… que transmitían aquellas entrevistas. El público conectaba de inmediato con el actriz/actor principal emergiendo un coctel de emociones que a nadie dejaba indiferente.
Quintero demostró que los silencios aplacan el murmullo molesto y dan paso a la charla sosegada y sincera del que tiene mucho que contar. Ese silencio inteligente que se aleja del foco e ilumina el relato cómplice, creando una escenografía donde entrevistad@ y entrevistador@ hacen partícipe de la misma al televidente. Puso en práctica durante años algo tan sencillo como inusual en el mundo periodístico: escuchar.
El pionero de la entrevista con mayúsculas y las pausas clarificadoras que contrasta con es@s todolog@s ávidos de protagonismo que continuamente dejan en segundo plano al entrevistad@ para auto loa de su egocentrismo desmedido.
Nos deja un perro verde entre una jauría multicolor y escasa ética periodística. Nos deja un legado del que muy poc@s querrán ser herederos ya que saben que su estilo no les hará ser protagonistas en un espectáculo mediático que requiere una inmodestia y arrogancia superlativa.
Igor Meltxor