Zorrotz

Hoy comienza el juicio contra Iratxe Sorzabal en la Audiencia Nacional española y agentes internacionales con experiencia en la resolución de conflictos han hecho público un documento titulado “Es hora de la paz, la justicia transicional y la reconciliación, no de la venganza y el castigo”.

En la actualidad Iratxe Sorzabal cumple una condena de diez años de cárcel en el Estado francés, desde que fuera detenida en setiembre de 2015 en Baigorri. Sin embargo, ha sido entregada temporal al Estado español a fin de juzgarla en Madrid.

En los procesos llevados a cabo en el Tribunal de Apelaciones de París la defensa puso sobre la mesa estas torturas y remarcó que la única prueba en su contra son autoinculpaciones en el periodo de incomunicación debido a esta lacra. A petición de la defensa y con la adhesión de la Fiscalía, se aplicó el Protocolo de Estambul que mide la fiabilidad de los testimonios de tortura. Las conclusiones de los forenses francesas fueron claras: su relato tiene credibilidad total y sufre estrés postraumático.

Torturada en 2001

El Grupo Contra la Tortura (Torturaren Aurkako Taldea, TAT) difundió las fotografías tomadas tras el ingreso de Iratxe Sorzabal en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, apenas 24 horas después de que fuera detenida por la Guardia Civil en Hernani el 30 de marzo de 2001.

Las imágenes fueron realizadas a instancias del médico forense titular de los juzgados centrales de Instrucción número 2 y 5 de la Audiencia Nacional, Angel Canelada, que la visitó en dependencias del instituto armado y que, a la vista de su estado y de su testimonio, ordenó su ingreso hospitalario para ser sometida a diversas pruebas médicas.

Las imágenes que difundió el TAT y que reprodujo GARA en octubre de 2001 muestran las lesiones visibles ­que se corresponden con el término médico de «dermatosis»­ que presentaba Sorzabal en sus costados, principalmente en el derecho, así como la sutura de la biopsia que sobre ellas le realizaron en el hospital.

En su testimonio, Sorzabal indicó que, seis horas después de su detención y una vez concluido el registro de su domicilio, dos de los guardias civiles que le trasladaron en coche hasta Madrid le aplicaron electrodos durante todo el trayecto, además de otras torturas y malos tratos que no dejan huellas visibles. Las fotografías ratifican lo que contó la víctima.

«El que estaba a mi derecha ­según su relato­ sacó un aparato que llevaba entre las piernas y comenzó a darme descargas en el costado derecho, mientras que el que iba a mi izquierda cogió una bolsa de plástico y me la puso en la cabeza impidiéndome la respiración y casi hasta asfixiarme. Los golpes en la cabeza que me daba el que iba delante ­prosigue­ eran continuos.

Y, además, el que iba a mi derecha me sobaba el pecho (…) Perdí el conocimiento en dos ocasiones por lo menos y me oriné encima».

Más adelante añadió: «El de mi derecha dijo que se le habían acabado las pilas del aparato, las cambió y comenzó de nuevo con las descargas. En un par de ocasiones le pasó el aparato al que estaba a mi izquierda y éste también me aplicó descargas, en la parte izquierda. Eran constantes los electrodos, los golpes, la bolsa, las sobadas, los gritos, insultos y amenazas, todo a la vez.

En su primer informe, el forense recogió que la paciente le indica «que no le toque» y que «tiene una fuerte carga emocional». Sorzabal apuntó en su testimonio que no creyó que fuera médico: «Cada vez que se me acerca yo me sobresalto por el miedo que tengo (…) Estoy como una media hora en aquella habitación, sentada en una silla, temblando, sin poder hablar y llorando».

Sobre las doce del mediodía del día 31, la joven irundarra recibió una segunda visita de Canelada. Entonces, le contó el trato al que le estaban sometiendo y le mostró las marcas que tenía con la esperanza de recibir ayuda. El forense observó «una dermatosis» y recogió la alegación de golpes en la cabeza, decidiendo su traslado al hospital.

Mientras estaba siendo sometida a diferentes exámenes médicos, el juez Ismael Moreno prorrogó la incomunicación.

Los informes hospitalarios destacan la presencia de una «cefalea con cervicalgia mecánica, contractura cervical y subluxación posterior C3-C4», una «contractura de trapecios» y unas «lesiones de aspecto reticulado de coloración eritemato-violáceo-marronáceo que en algunos puntos hace microvesiculación» en el costado derecho y lesiones aisladas de las mismas características en el izquierdo. Es decir, las que se ven en las imágenes.

En base al testimonio de la víctima y a esos informes, Itxaso Idoiaga, médico designada por la familia, realizó un informe en el que concluye que «las alegaciones de maltrato son consistentes con los resultados de los exámenes médicos practicados».

Constata que existen «hallazgos objetivos» sobre «aplicación de shocks eléctricos (electrodos) y traumatismo cervical, con flexión forzada de la columna cervical». Además, señala que hay «evidencias subjetivas sobre: asfixia con una bolsa de plástico y otras formas alegadas».

Con respecto a estas últimas, Iratxe Sorzabal se refirió además a flexiones, golpes y, en su aspecto sicológico, a la privación sensorial mediante la imposición de un antifaz, a las continuas amenazas ­con amagos de violación incluidos­ contra su persona y sus familiares, a las humillaciones contra su dignidad y autoimagen y a las torturas sexuales (tocamientos).

A la hora de valorar las lesiones que se aprecian en las fotografías, que Idoiaga no vio antes de hacer su informe, y una vez excluidas las enfermedades que originan dermatitis de estas características, al no existir patologías relacionadas con ésta, ni toma de medicamentos y a la vista de su localización y forma mantiene, la médico diagnosticó, que se trata de «dermatitis vesicular por quemadura eléctrica», equiparables a las de segundo grado. A este respecto, recordó que la descripción que de esta patología recogen los libros especializados y la de las marcas que presentaba Sorzabal son «exactamente igual». Además, indicó que su localización y el relato de la víctima coinciden.

Respecto a las lesiones cervicales, Idoiaga manifiesta, tras descartar una patología previa o una crónica, que se trata de «un traumatismo reciente compatible con mecanismo de flexión forzada mantenida durante las horas referidas por la paciente».

En cuanto al maltrato que no deja marcas visibles, la médico señaló que, desde el punto de vista teórico-clínico, la sintomatología que describió Iratxe Sorzabal es «verosímil», por lo que resaltó la fiabilidad de su testimonio.

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